
El día anterior definimos todas esas cosas que fuimos hablando durante la semana, que hacen a la estrategia de la carrera.
Entonces, tal como lo planeado, sobrecarga de carbohidratos, algo de proteínas, mucha hidratación, y a dormir temprano.
A las 5.00 am sonó el despertador, vaso de agua fría, desayuno abundante, baño, y con la botellita de gatorade en la mano, Salí a buscar a mis compañeros.
Una vez que estuvimos juntos salimos hacia capital, repasando la estrategia, e hidratándonos a esa altura solo con agua.
La estrategia se basaba en llegar apenas unos minutos antes de la largada, de esa forma, solo había que ir al baño y largar, ya que la entrada en calor debía ser mínima.
Mis sensaciones eran inmejorables.
Bajamos del auto que estacionamos detrás de otro que tenia gente con la remera de la carrera, nos envaselinamos, y con muy poco tiempo salimos para la largada.
Pero lo inesperado fue que al preguntar donde estaba a una chica del staff, nos dijo “ por Ahí, pero te faltan tres kilómetros!!!
Sin pensarlo salimos trotando a un ritmo moderado pero desesperado.
A los pocos minutos, pasaron los punteros de la carrera obviamente en sentido contrario al nuestro, y luego llego la columna principal de donde se empezó a escuchar en incesante “flacooo, es para el otro lado!!!”.
En fin. Llegamos al arco de salida, pasamos por los sensores, y a correr.
Los primeros dos kilómetros fui demasiado rápido, 4`05`` el kilómetro. Ahí, preocupado, me esforcé en bajar la velocidad, para guardar por las dudas.
Pase el Km. 10 a los 47`, bien para lo planeado, y los 21k a 1hora 43`.
En ese momento me sentía el hijo del viento!
Solo la lluvia me había hecho pasar un poco de frió, pero lo demás estaba todo bajo control. Hasta habia podido prestar atención al entorno, los bailarines de tango, etc, que aparecían cada tanto en pequeños escenarios.
Ya pasado el km25, las sensaciones estomacales, y musculares se empezaron a hacer sentir, no tenia planeado parar en los baños a orinar, mejor dicho, estaba planeado no parar!
Habiendo pasado el Km. 29, se aproximaba el momento tan temido de encontrarse con “El Muro”. En cuanto a lo aeróbico estaba todo súper controlado, las piernas iban bastante bien, pero mi estomago estaba insoportable, las puntadas eran incesantes.
Los reiterados intentos de orinarme encima fueron inútiles, así que al llegar al km30, y al ver un baño químico desocupado, me lance dentro de él.
Al entrar y frenar de golpe sentí una fuerza en mi cabeza como si la inercia fuera enorme, y me desplome encima del inodoro.
Al salir e intentar trotar, un viejo y conocido dolor en el tensor de la facia lata, en criollo, la parte de afuera de la rodilla, me impidió trotar normalmente durante unos doscientos metros, rengueaba mucho, pero sabia que en algún momento iba a pasar, la gente al costado del camino me alentaban como si me conociera, “dale que te falta poco”…eso, y los aplausos de gente que te das cuenta que se emociona al verte pasar, son inexplicable.
Me toco ver a una señora que por como estaba vestida y el lugar donde estaba, tenia que ser vecina de por ahí nomás, ella aplaudía aya a lo lejos, me fui acercando, y el aplauso era sostenido, me aleje, y seguía escuchándola aplaudir.
Lamentablemente, uno en esos momento va tan concentrado que incluso pasando delante de seres queridos que alientan con mucha fuerza, no puede siquiera mirarlos para que se den cuenta que los estamos escuchando, que estamos emocionados aun mas que ellos, pero no podemos hacer nada mas que pasar indiferentes delante de ellos, priorizando la concentración.
El ritmo estaba cayendo de a poco, me daban sensaciones de poder acelerar, pero duraba muy poco. El sol se empezó a hacer sentir, pero sin agobiar demasiado.
Efectivamente luego del kilómetro 30 empezamos a ver a muchísimos corredores acalambrados, caminando, e incluso abandonados a la vera del camino.
Nada indicaba que estuviera tan mal, pero nada indicaba que estuviera tan bien como para soportar mucho más sobre todo el dolor en las piernas.
Yo quería ver el Km. 37, después de eso eran como cinco pasadas de mil!, tres vueltas al parque!.
Del 35 al 37 se hizo eterno, pero finalmente los vi, si digo bien, los vi, era el muro en el kilómetro 37.
Es imposible describir esa sensación.
Uno no sabe porque sigue corriendo, y tampoco sabe si va a dar el próximo paso.
El cuerpo se emancipa de la mente.
De esa forma, los últimos tres Km. fueron extraordinariamente tortuosos, la cabeza jugaba malas pasadas, se que rodeamos un lago, pero no lo vi.
Cuando ya estaba llegando al final, pensando en el ultimo esfuerzo, me di cuenta que tenia que haber un retome mas, ya que iba en sentido contrario al de la llegada, eso me puso fastidioso. Desacelerar para el retome iba a poner en riesgo todo el esfuerzo.
Finalmente lo pase, levante la frente y encare los últimos mil metros, con una emoción inigualable, la felicidad no se me notaba en el físico, pero les aseguro que se me noto en la actitud, termine corriendo como al principio, pase el Km. 42 , y los últimos 195 metros los corrí con el corazón, llorando como un chico.
la satisfacción luego de cruzar la meta es indescriptible.
Un flaco me dijo:-no te tires, dale que ya terminaste.
Yo quería acostarme en el piso, pero camine a duras penas hasta el final del callejón, me encontré con Lea, y le regale mi medalla. Recién ahí me sentí satisfecho.
Mi reloj marco 3 horas 43 minutos 34 segundos.
Les juro que eso es anecdótico.
Si llegaste hasta acá leyendo es porque estuvo buena la crónica, o me queres mucho.
Gracias de todas formas.
Luciano Pavoni
(Triatleta, Maratonista, esposo y padre)


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